lluvia

Singin’ in the rain

Admito que mis días no están siendo como suelen ser mis días. O como deberían serlo.

Y esto hace que me desvíe un poco del lugar a donde quiero ir.

Pero es que acaso…existe realmente ese lugar?

Uoooooooooooooh

Comienza a relampaguear mientras espero el 511.
Con alma de visitante, le saco charla a un hombre entrado en años, continuando luego el intercambio con una mujer. Conversaciones aleatorias, desangeladas. Nimiedades.
Siento en mi piel todo el peso del calor y la humedad marplatenses, mezclado con restos de arena y las gotas que avanzan decididas. Imperturbables.

Sin embargo no me quejo.

Generalmente me veo obligada a esperar todo un año para tener esta estúpida sensación en la piel por un rato.

Ahora no solo el mundo, sino también el sol y el mar son míos, y yo me sigo pensando muy débil para conquistarlos.

Muere la tarde, y los ultimos destellos del sol, cayendo junto con la lluvia sobre la rambla, me regalan un paisaje encantador. Un pequeño universo de mar, arena, edificios, y la costa mas galana que uno pudiera imaginarse.

En mi mente suena una furiosa versión de Break On Through, de los Doors. Pienso en los universos que se abren, y en aquellos que se cierran.
Me subo al colectivo y en el trayecto me sorprendo leyendo patentes de los demás vehículos, queriendo divertirme «onomatopeyizandolas», como lo haría antaño. No lo logro, sin embargo.

-Ese universo se ha reducido a polvo-, me recuerdo con amargura.

Miro la ruta y el mar. Las gotas siguen golpeando las ventanas del colectivo con violencia.
Agotada. Empapada, con ampollas en los pies, y el agua corriendo por las empinadas calles costeras, no olvido mi compromiso etílico.
Cargando las bolsas en las manos, vuelvo a pensar en todo lo bello de esta ciudad; la lluvia no para de recordármelo.

#QET: Cerveza Quilmes